02/06/2024 Actualización
He estado ausente de este blog por un tiempo prolongado debido a la incertidumbre que me aquejaba. Me resistía a admitir, incluso ante mí mismo, que estaba siendo objeto de discriminación, a pesar de que en la institución hay muchas personas amables e inclusivas.
Dado que este blog no es anónimo, me asaltaron muchas dudas sobre si publicar o no esta entrada.
Me resulta complicado exponer el caso y determinar cuáles son los aspectos relevantes o pertinentes. He recibido numerosas opiniones que sugieren minimizar los actos de los demás en pos de mi objetivo principal: graduarme. Sin embargo, ni eso ni el aprecio que sentía en reciprocidad eran suficientes para evitar las lágrimas antes, después y, en ocasiones, durante las clases.
La actitud de los alumnos, en principio, no me preocupaba demasiado o me resultaba más fácil de superar, ya que suelen cambiar o abandonar después de poco tiempo. Pero cuando la discriminación proviene de un docente, me resultó imposible superar la situación.
Lamento no ser específico, pero aún no he resuelto si soy yo quien interpreta erróneamente las acciones del docente o si realmente estoy siendo sometido a un proceso de segregación.
Lo cierto es que no puedo continuar así y he renunciado a varias asignaturas, la mayoría de las cuales incluyen contenidos que se registran en diarios y que podría compartir aquí.
Me ofrecieron la posibilidad de cambiar de turno presentando una carta con los motivos, pero no sé si debo ser honesto y expresar que me siento discriminado. A pesar de los intentos del docente por integrarme a su clase, estos me parecen discriminatorios, pensados para excluir a los alumnos de las actividades. Esta vez me afectó a mí, y digo ‘nos’ porque descubrí que no fui el único afectado.
La situación me ha saturado por completo y me resulta insoportable la idea de tener que recurrir a esa carta. Así que aquí estoy, repasando una vez más esta dicotomía, en busca de la mejor solución para todos.
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